martes, 13 de diciembre de 2011

¿Por qué tenemos que sermonear a nuestro rebaño si no somos pastores?

Los adolescentes de hoy en día no atienden a ningún tipo de indicación. Cuando un profesor entra en el aula, el alumnado está jugando, tirando papeles, corriendo por el pasillo… todo excepto sacar la libreta de la asignatura y poner la fecha. ¿Por qué no lo hacen si ya conocen las pautas básicas de funcionamiento del aula? Pues, con paciencia y resignación los docentes tenemos que educar a nuestro alumnado. Ante esta situación pueden darse dos versiones: que en casa estos niños se comporten como angelitos y solo sean rebeldes en el instituto o que los padres hartos de sus hijos dejen la educación en manos de los docentes.
Ayer le dije tres veces a uno de mis alumnos que se sentará bien, que ya era mayor para sentarse inclinado en la silla y abrirse la cabeza. Después ante su mal comportamiento, le hablé sobre el maravilloso bien que es la educación y el poco provecho que está sacando. A partir de estas palabras, invité al resto de clase a participar en el sermón. Así, como la mayoría de mis alumnos son de padres emigrantes, les remarqué el gran esfuerzo que sus familias hicieron dejando su país y sus familias  atrás. Siendo su único objetivo empezar una nueva vida que pudiese garantizar una buena educación para su hijos. ¡Amén!
Uno de mis alumnos, el padre del cual le ha prohibido el móvil, internet, los videojuegos… hasta que sus notas no mejoren, compartió que sí estaba de acuerdo con mis palabras y que su padre si había tomado medidas para que el aprovechase lo que ellos no habían podido tener. Sin embargo, esta maravillosa intervención quedó manchada por las risas de otro compañero que ni entendió nada de lo que dije y es más no es consciente de su ignorancia.
Así, señores míos, este rol llamado pastor se une a los muchos que ya tenemos y que de vez en cuando  ponemos en uso.
¿Por qué tengo que parar las clases para sermonear, si ni a ellos les gusta oírme ni a mi hacerlo?

2 comentarios:

  1. Como bien dices la labor del profesorado también es formar a personas. Más que sermón lo llamaría reflexión, eso que nunca hacemos sobre nuestra vida y a la que nunca dedicamos suficiente tiempo. A lo mejor nos cuesta tanto hacerlo porque no estamos acostrumbrad@s, ni el profesorado a plantearlo ni el alumnado a ejercerlo.
    Ánimo con tu labor, que aunque dura, esperemos que tenga sus frutos en un futuro.
    Saludos

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  2. ¡Gracias María! Tienes toda la razón, como docentes tenemos que fomentar la reflexión, pero no como una herramienta para regañar sino como un instrumento que fomente en nuestro alumnado el pensamiento crítico y así, sean capaces de valorar aquello que tienen.
    A raíz de aquella la situación que expliqué, la actitud de mis alumnos cambio a corto plazo. Ahora participan mucho más en las sesiones, respetan las normas de comportamiento… pero ya veremos si después de Navidad todavía lo recuerdan.

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