jueves, 8 de diciembre de 2011

¿Por qué los alumnos que fastidian las clases quieren que los saludemos?

Hace unos días escuche a unos compañeros comentado lo rencorosos que somos los docentes. Realmente no somos rencorosos, sino que simplemente nos acordamos más del alumno que molesta en clase del que se porta bien. Estos diablillos pasan las horas distrayendo y molestando a sus compañeros con el único fin de interrumpir la clase y sacar de quicio al profesor. Así, tú en la piel del docente irritado, cierras la clase y en la salida del centro te encuentras a unos de estos alumnos que con cara de angelito te dice: ¡Hasta mañana seño!... ¡Qué hasta mañana, hasta dentro de unos días!...
Hoy la historia se ha repetido. Paseando con mi marido por las calles de Guissona (Lleida) nos hemos encontrado a dos de sus ex alumnos.  Ninguno de estos alumnos tenía interés por sus clases, sin embargo se han acercado a hablar con él, le han dado la mano e incluso le han preguntado si los recordaba. ¡Claro que los recordaba, pero no por su dedicación!
Crédito de la imagen
El problema radica en la actitud desagradecida de estos alumnos. Como buenos docentes que queremos ser nos preparamos las clases, buscamos actividades complementarias, hacemos uso de los recursos TIC… y luego a la hora de la verdad no puedes hacer uso de lo que has preparado porque ese día alguien decide que no es buen día para trabajar.
También tengo que añadir que, por suerte, todos los días no son iguales. Principalmente depende de dos factores: de la actitud de los alumnos y de la del docente. Hay días en los que uno tiene más paciencia, está más relajado… y puedes sobrellevar la situación, pero también hay otros en las que el despacho del cap d’estudis está lleno de alumnos amonestados.
Así, para poder atraer a estas fieras tenemos que ser un poco tutores, padres, psicólogos, amigos… y sólo hablando claro y con buenas palabras conseguiremos cambiar su actitud. El refuerzo positivo, junto con lo dicho en las líneas anteriores, es la mejor herramienta que he utilizado hasta el momento y me ha funcionado. En una de las clases tengo una alumna que para llamar la atención distrae al resto de compañeros con gritos y de este modo, interrumpe las explicaciones. En una de las clases de la tarde pensé que ya era hora de cambiar de táctica y les propuse una actividad individual: un trabajo de investigación sobre uno de los dos temas propuestos. Todos los alumnos empezaron a trabajar con su pequeño ordenador, excepto ella. En ese preciso momento, me senté con una de sus mejores compañeras y empezamos a hablar de su trabajo. Yo le comentaba que los puntos fuertes de su trabajo y aquello que tenía que mejorar. ¿Cuál fue mi sorpresa? A los pocos minutos una linda vocecita requería mi atención y sí, era de la pequeña fiera que ante la negativa a sus llamadas de atención había decidido ponerse a trabajar. ¡Qué alegría!
Crédito de la imagen
Con estas palabras quiero reafirmar que los docentes no somos rencorosos, aunque si nos acordamos más que nuestros alumnos de los feos que suceden dentro de las aulas. Ellos tienen la capacidad de olvidar rápidamente y seguir como si no pasara nada. Sin embargo, son parte de nuestras vidas y en el fondo los queremos como son, aunque tengamos días malos dentro del aula. Son como pequeños proyectos que tenemos que estimular, ayudar a florecer y finalmente fomentar su mejora y todo esto en un tiempo limitado: el curso académico. ¡Quién dijo que la tarea del profesor era fácil!

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